Alguien me ha quitado hoy sin avisar a las chicas de segundo. Decidido a montar una nueva guerra de Troya he salido a la puerta, donde me han sorprendido, con igual intensidad, el sol de mayo y un reguero esporádico de muchachas posadas en la hierba.
Y acude disciplinada la memoria en mi ayuda (“Á…, Án…, Ángel…”) hasta dar con ello: Ángel González, Palabra sobre palabra, (ISBN 84-322-3861-9) página 247 y siguiente.
Empleo de la nostalgia
Amo el campus
universitario,
sin cabras,
con muchachas
que pax
pacem
en latín,
que meriendan
pas pasa pan
con chocolate
en griego,
que saben lenguas vivas
y se dejan besar en el crepúsculo
(también en las rodillas)
y usan la coca cola como anticonceptivo.
(…)
Y sigue el poema, con una versificación a tres voces endiablada que me costaría dolores reproducir aquí [ops, aquí está, en la red por supuesto].
Si pregunta por mí la policía religiosa, di que no soy yo, que hace años que el pez volvió al mar y ya nunca se supo, que anda entre constelaciones apacentando, inocente de todo, estrellas o niños (ayer la estrella mayor brilló: “Papá, tú eres mi preferida persona” dijo, y nadie más se dio cuenta).
Comentarios
Ἰήσους #
...Volverá, terca, la memoria
una vez y otra vez a estos parajes,
lo mismo que una abeja
da vueltas al perfume
de una flor ya arrancada:
inútilmente…
JoseAngel #
Hombre, Iesous, no eches sal en la herida…!
Andra Babici #
En aquellos tiempos yo era una de las chicas del segundo [éramos tantas, que si faltaba Andrea me quedaba yo sola con el profe’ :), y, claro, me tocaba a mi corregir los deberes, leer y traducir el texto, vamos, todo, todo y todo], pero no recuerdo quién y porqué te nos han quitado. Acerca de los versos de Ángel Gonzalez (a quien se nota que has leído mucho y lo admiras lo bastante como para que te venga a la memoria en tan diversas y frecuentes ocasiones), voy a intentar traducir aqui 4 versos que un compañero de instituto le escribió a mi madre en el álbum de fin de curso (era el último curso de instituto)…
Pasarán los años como pasan vientos devastadores por el mundo
Y nos olvidaremos los unos de los otros y ni siquiera nos acordaremos de los nombres
Pero en algún lugar brillando quedará un recuerdo
Guardando la incandescencia de la edad cuando lloramos al despedirnos