Ya que es el Día Internacional de la Poesía, voy a reproducir un poema breve del griego Nikiforos Vrettakos —del que ni había oído hablar hasta hace muy poco— como forma de tenerlo siempre a mano. El poemita me llega porque habla de mí, de años y de barcos, a la vez que me huye en los versos que no entiendo o ya no siento del todo (casi siempre has estado lejos, mon amie). Como todo filólogo, pasé años en la universidad desentrañando poemas hasta el hueso, con la pretensión de entenderlos todos y del todo. En este no me ocurre, sin embargo: se llama misterio y es la mitad de la gracia, y la razón por la que nos demoramos un poco más en ellos.
Bajé al puerto
Bajé al puerto y vi zarpar
mis años y las naves.Era linda la mar tan ataviada
pero tú estabas lejos.Y le pedí a Dios
que me dejara pasar la noche
bajo una estrella suya,
que un poco detuviera
las naves en el mar,
que parara mis años,
porque tú estabas lejos.
No sé quién lo tradujo y, tay como tengo por costumbre, ya que Vrettakos no tenía página en Wikipedia en español, la he traducido de la Wikipedia en inglés, exactamente a las 15:49 UTC+1 del 20 de marzo de 2021, para provecho de los que vengan detrás. «Si algo ha de quedar de lo que fuimos, es el amor que pasa» escribió Ángel González. En mi caso, además, mis contribuciones a Wikipedia, aunque no sé por cuánto tiempo. De nada.
Comentarios
Javier Sánchez Quirós #
Hola:
Dejo aquí el texto griego del poema y su versión musical. Un saludo.
Κατέβηκα στο λιμάνι
κι είδα τα χρόνια μου
και τα καράβια να φεύγουν.
Ήτανε όμορφα η θάλασσα στολισμένη,
αλλά ήσουν μακριά.
Και παρακάλεσα το Θεό
να μ’ αφήσει να ξενυχτήσω,
κάτω από ένα Του αστέρι,
να σταματήσει για λίγο
στη θάλασσα τα καράβια,
να σταματήσει τα χρόνια μου,
γιατί ήσουν μακριά.
https://youtu.be/sTP7eF-XXI8
pómpilo #
Gracias, Javier. La épica de la versión cantada por Skoulas se da de tortas con el intimismo con que la leo yo, pero cada lectura pertenece a cada lector. Σκουλας, τραγουδιστής από τήν Ανώγεια. Me trae buenos recuerdos de cuando estuve en Anogeia, tan bien acompañado. Qué exóticos me resultaban esos hombres de porte tan marcial. Hacían derrapar sus pickups japoneses en la calle principal como quien va montado a lomos de un orgulloso caballo sarraceno. En fin, que «el tiempo se va, y yo con él».