Ο Τσέ αυτοκτόνησε

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Sin darme mucha cuenta, pero seguramente no ha sido casual, acabo de leer dos novelas relacionadas con Grecia.

Lo bueno de la vida es de Jim Kokoris, un descendiente de griegos en Chicago. Es inevitable que me enganchara. Igual que Carreteras secundarias, que sólo conozco por el cine, narra cómo un hijo redescubre a un padre distante. Me sirve como hijo (a veces recuerdo un día cualquiera en que mi padre pasó su mano por mi pelo) y me ilusiona como padre de un chico, para quien no podré evitar llegar a convertirme algún día en un enigma a desentrañar.

O Tse autoktónise (El Che se suicidó), que han traducido aquí como Suicidio perfecto, es de Petros Márkaris. Novela negra ateniense, el Carvalho griego. Me ha enganchado, como lo hizo Vázquez Moltalbán en su día. Además de su punta de intriga, hay crónica sociológica: la derrota de la izquierda sesentera, pero el enriquecimiento de algunos izquierdosos sesenteros, la modernización de Grecia por su ingreso en la UE y las Olimpiadas, corrupción, obras públicas… todo muy parecido a Carvalho. Pero lo que más he disfrutado ha sido recordar el plano de Atenas, las pocas calles, barrios, direcciones que consigo recordar. También la constatación de que la etimología sigue siendo posible tras el barniz extraño de la trasliteración del griego moderno. Un nombre tan moderno como Sotirópulos sigue siendo “el hijo de Salvador”, Zános es el hipocorístico de Athanassios, “el inmortal”; la señora de Favieros es Favieru, en genitivo. Y otros rasgos, como la espontaneidad de los griegos al volante, dirigiéndose barbaridades como si Atenas fuera un pueblo. El comisario Jaritos, “de la Gracia”, desprecia el esnobismo que convierte un kafenío en una cafetería, algo que compartimos; de Grecia me gustó en su día que no fuera tan europea, tan sosa, como se iba haciendo España.

Quien no conozca Grecia no entenderá qué son los pónticos: griegos repatriados de ciudades costeras del Mar Negro que durante siglos, desde el S. VII a.C. más o menos, tuvieron comunidades griegas. Me sigue produciendo asombro, como el hecho de que Kavafis fuera de Alejandría, es decir, egipcio. Algo así como si Grecia fuera la base naval de un emporio marítimo, con nacionales establecidos a modo de terminales comerciales por los puertos del Mediterráneo. Y es que algo de eso hay.

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