Los barcos dormidos y sus anclas de guerra

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Hace ya más de un año que acabé de redactar un manuscrito que titulé así: «Los barcos dormidos y sus anclas de guerra. El origen naval de la arquitectura y la escultura griegas». Lo he mandado, en su versión en inglés a dos revistas de arqueología clásica, las más prestigiosas del mundo, y lo han rechazado, como era —para quien tenga dos dedos de frente; no es mi caso— de esperar. Eso me ha dado el privilegio de seguir puliéndole los detalles, como corresponde a una work in progress, y sobre todo de ir añadiéndole mejoras realmente importantes, que son las que ahora, por nuevas, más me ilusionan. Sorprendentemente, no había presentado el manuscrito en este mi blog o escaparate a los amigos. Helo.

Es largo, demasiado para que lo publique ninguna revista, y tal vez breve para enviárselo a una editorial (¿cuál, además, se atrevería a tanto?). En la primera mitad del manuscrito hablo de arquitectura, de los barcos volteados que dieron lugar al templo griego. No resultará, pues, novedoso a los amigos que me han oído pregonar mi locura a lo largo de estos muchos años salvo, tal vez, por los paralelos etnográficos tan divertidos que añado. Tampoco me resulta novedoso a mí, excepto por un añadido de última hora muy valioso. Di hace unos pocos días con esta maqueta de barro del siglo I AC o DC hallada en el cabo Maleas, que tiene una borda que es un trasunto fiel —invertido— del entablamento dórico: la hilera de ventanas de remero que está en el origen de las metopas y triglifos, sobre ella la tenia o cinta, y más arriba la pantalla de madera o viga longitudinal que es el origen del arquitrabe. El modelo no tiene nada que ver, y desmiente, la famosa hipótesis de Vitrubio.

Modelo de barco del cabo Maleas
Modelo de barco del cabo Maleas (Museo de Neápolis). Foto © Barbara J. Euser.

La segunda mitad del manuscrito, en la que propongo también un origen náutico para la escultura griega, es menos sistemática, y a la vez mucho más aventurada. Deduzco de restos iconográficos que se puede retrasar dos milenios el uso de la artillería en las batallas navales, y suponer que existió una artillería simple basada en la fuerza de la gravedad: creo que las anclas se usaron, al menos desde 2600 a. C., como proyectil arrojado desde lo alto a los cascos de las naves enemigas para perforarlos, como un predecesor del espolón primero, y de los proyectiles de balistas y catapultas después. Como gusto de la novedad, me enorgullece haberme atrevido a tanto, y en la argumentación de esta hipótesis propongo además, entre otros, una nueva interpretación de los mascarones de proa del fresco de la Procesión de los barcos de Tera, de la panoplia de Dendra y de este cetro minoico, que en mi opinión es una miniatura de un martillo o hacha (según el lado que se usara) de tamaño mucho mayor con el que se perforaba o cortaba la borda del barco atacado.

Cetro minoico de Malia
Cetro minoico hallado en Malia (Museo de Heraklio).

Propongo también una nueva explicación de la iconografía de Heracles, y una nueva etimología de su ῥόπαλον ‘maza’; para mí este término es una compuesto que significa ‘palo de nenúfar’, y el objeto representado el origen de la columna dórica. En la tercera y última parte del artículo abordo el aspecto que más tiempo me costó entender —de hecho años— del templo griego: la razón de la forma de sus columnas y capiteles. Para mí representan armas y estandartes navales. Esto último llevaba siglos a la vista de todos: el diccionario dice que στῦλος significa tanto ‘columna’ como ‘estandarte naval’, el alargado cetro que lleva el capitán a popa como símbolo de su posición, que se nombraba a menudo en diminutivo: στυλίς ‘columnilla’.

Hace años que entendí el origen de la columna dórica (una maza hipertrofiada) y del capitel corintio (un símbolo de la balista). Lo más difícil fue desentrañar el sentido del capitel jónico, que es un derivado del árbol sagrado asirio. Este complejo símbolo del árbol sagrado o de la vida lleva 150 años retando a los estudiosos del Próximo Oriente. Le he dado una explicación y, al menos para mí, con ella todo encaja.

No sé qué acabará siendo de este texto, si acabará convertido en artículo, en libro, en pdf o en olvido. A mí pensarlo y escribirlo me ha hecho feliz durante mucho tiempo. Me encantaría que leerlo te hiciera pasar unas horas gozosas, y que —aun no siendo cierto— sea merecedor del calificativo siempre honroso de ben trovato. Salud.

Nota bene para curiosos: He maquetado el manuscrito con Overleaf, es decir, con LaTeX, que tenía curiosidad por aprender a usar. A la vez que aprendía sus rudimentos, he llegado a la conclusión de que no lo necesito. Pero, como dejó escrito el baranda, πάντα δὲ δοκιμάζετε· τὸ καλὸν κατέχετε· ‘Probadlo todo, quedaos con lo bueno’ (Pablo de Tarso, Primera carta a los tesalonicenses, 5.21).

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