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Nazar, un municipio de tierra Estella situado al pie de la peña Costalera, en la sierra de Codés, tiene un nombre muy original, llamativo en una tierra donde los topónimos vienen del castellano o el vasco. ¿Y este? Su etimología es desconocida, como resume Mikel Belasko. Me atreveré a formular una llevado de la curiosidad y, en parte también, de la llamada de la sangre, ya que mi familia materna procede de ahí cerca (apellidos Remírez y Landa, familia en Genevilla y Asarta… no tiene pérdida).

La clave para llegar a ella me la ha dado la ermita de la Virgen de Loreto, situada en lo más alto del pueblo lindando con el bosque de carrascal estellés. La construcción actual es del siglo XVI, pero la imagen de la Virgen es del siglo XIII con trazas románicas, así que no es descabellado atribuir la misma antigüedad al culto mariano en el pueblo. La documentación más antigua del nombre, según Belasko, es de la misma época, año 1268, con la forma invariable de Naçar y Naçarr. Pues bien, sobre la advocación mariana de la Virgen de Loreto, se afirma que empezó en el mismo siglo XIII cuando los musulmanes conquistaron Palestina tras vencer a los cruzados, incluyendo la ciudad de Nazaret, en la región de Galilea, donde se encontraba la casa de la Virgen María y José en la que Jesucristo pasó sus años de infancia. Según la leyenda cristiana los ángeles, para proteger la Santa Casa del maltrato que le infligirían los infieles, la alzaron en el aire y se la llevaron volando hacia Dalmacia, y más adelante a Italia, a un bosque de laureles primero y luego a una colina, donde hoy se alza el Santuario de Nuestra Señora de Loreto. Del bosque de laureles (laurus en latín) tomó el sobrenombre esta virgen.

Ermita de Loreto en Nazar
Ermita de la Virgen de Loreto en Nazar. Foto: Mentxuwiki en Wikipedia, con licencia CC BY-SA 4.0.

Dado que la imagen de la Virgen de Loreto que se guarda en su ermita tiene trazas de ser del siglo XIII, podemos suponer que ya en esa época el lugar competiría con Dalmacia e Italia en ser el destino definitivo para la Santa Casa de la Virgen. Como su ubicación original era Nazaret, no sería extraño que al lugar o poblado en que la casa estaba situado se le diera, para dotarlo de mayor legitimidad, el nombre de Nazaret. Este topónimo, al parecer, tuvo varias formas: en griego Ναζαρέθ o Ναζάρα, y en latín Nazaret, Nazareth, Nazara y Nazarath. La posición del acento puede suponer una dificultad, porque es difícil que una palabra aguda pierda la sílaba tónica. Sin embargo, en época medieval pudo leerse como palabra llana (es la tendencia natural de los hablantes del castellano), y perder la consonante dental final y, a continuación, la /e/ final como ocurrió en muchas otras palabras, para pasar de Nazáret ( cualesquiera otras variantes) a Nazar. Además, los autores del siglo III Sexto Julio Africano y Orígenes atestiguan por primera vez el topónimo como palabra llana: Ναζάρα, lo que allanaría la hipótesis de la pérdida de la vocal final postónica (a cambio de introducir la dificultad no pequeña de que se perdiera una vocal /a/ final).

Para acabar de adornar la hipótesis, el gentilicio de los habitantes de Nazar es «nazareno/a». Así, tal cual. Doy por hecho que los etimólogos que se enfrentaron antes de mí a este misterio, pensaron que se trata de un gentilicio sobrevenido, apegado falsamente a un topónimo que solo por casualidad se parece al del pueblo en el que vivía la sagrada familia. Pero bien puede ser que no, que el gentilicio sea el que corresponde desde un principio. Dixi (o, dicho en griego, εἶπον).

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Leo en A Global History of Architecture (3ª edición), de Ching, Jarzombek y Prakash (ISBN 9781118981610), que:

Algunas ciudades se convirtieron en grandes potencias militares, sobre todo Venecia y Génova, que construyeron vastos imperios navales en el Mediterráneo y el Mar Negro. Padua también fue una de estas ciudades. Tras un devastador incendio en 1174, adquirió especial relevancia. En el centro de la ciudad se construyó un impresionante edificio público, llamado Palazzo della Ragione («Palacio de la Justicia»), con un enorme salón de actos de unos 81 metros de largo y 27 de ancho. Con una bóveda de madera como un casco de barco invertido, fue en su momento el mayor espacio interior de Europa, y posiblemente del mundo. Su lado largo daba a la plaza de la ciudad y estaba flanqueado por una galería de arcos de dos niveles. (p. 412, negritas mías.)

Encuentro en Wikimedia Commons toda una categoría de imágenes del lugar, de la que destaco esta por su claridad. Tarde o temprano, tengo que ir a verlo y estar y sentirme dentro, como quien está dentro de un caballo de Troya.

Interior del Palazzo della Ragione de Padua
Palazzo della Ragione, foto de Zairon en Wikimedia Commons, con licencia CC By-Sa 4.0 Internacional.

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Paula Ortiz, la directora de cine española, es joven (quiero decir, para mi edad; o sea que tiene menos de porrocientos años) y guapísima. Por lo que sea, he buscado su nombre en Google y… !toma ya! El algoritmo ha elegido para representarla de forma más destacada una foto en la que sonríe mazo (juzguen ustedes aquí abajo, en la foto grande de la izquierda). Una foto que le hice yo mismo en persona el día que presentaba no recuerdo qué sarao en la Librería Cálamo de Zaragoza.

Captura de pantalla de una búsqueda de Paula Ortiz en Google

Subí la imagen a Wikimedia Commons (aquí en todo su esplendor) para insertarla luego en su página de Wikipedia en español, y con el tiempo alguien la cambió por otra. He hecho ya unas cuantas fotos de personalidades del artisteo, la filología y la cultura en general para Wikipedia, pero seguramente ninguna tan bonita como esta. Me pregunté una vez cómo fue así, y por qué salió igual de sonriente Pepa Blanes, una escritora amiga suya a la que hice una foto en una ocasión idéntica.

La directora de cine Paula Ortiz, fotografiada junto a la librería Cálamo de Zaragoza (España) La escritoria Pepa Blanes, fotografiada junto a la librería Cálamo de Zaragoza
Paula Ortiz y Pepa Blanes, autoras cada una de lo suyo y amigas, fotografiadas por mí.

Y me di una respuesta curiosa que tiene todos los visos de dar en el clavo. Seguramente sonrieron tanto porque yo, a mi vez, estaba sonriéndoles a ellas mucho, y les hice tilín en las neuronas espejo que dice la ciencia que tienen (¿tenemos?) las personas empáticas; bueno, que dice la ciencia que tenemos todos, aunque algunos no ejerzan. Eso, y que me gusten tanto las chicas jóvenes, explicaría por qué en cambio los hombres me salen en las fotos tan serios: porque a estos no les sonrío tanto. Lógico de toda logicidad. Por cierto, que cuando le dije a uno, después de una primera toma en la que salió muy serio, «Y ahora una sonriendo», no le hizo ninguna gracia. Otrosí lógico.

Movido de la curiosidad, hago clic en la página de resultados de Google sobre Paula Ortiz, y la sorpresa salta cuando veo que el enlace no dirige a Wikimedia Commons, sino a su página en la Internet Movie Database (IMDB), donde yo no figuro como autor de la foto ni como nada. Simplemente no figuro en ella, ni yo ni la licencia Creative Commons By-Sa 4.0 International bajo la que la publiqué, tal y como debería ocurrir según establecen los términos de la licencia y figura en Wikimedia Commons. Que me la están robando, vamos. Me sorprende, aunque solo un poco, viniendo de un sitio tan profesional. En fin, que me toca ahora darles un toque para que dejen de robarme, bien añadiendo los datos que se han comido (autoría y licencia, con los enlaces correspondientes) o borrándola de su plataforma, lo que sería una pena teniendo en cuenta lo guapa que está la chica. «¡Las pastelerías cerradas y los bombones por la calle!» que gritaba el otro y he usado yo alguna vez con resultados variopintos de crítica y público. Salud, Paula y Pepa, si me leéis. ;)

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He leído el librillo de Manuel Toscano, profesor de Filosofía en la Universidad de Málaga, Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas (ISBN: 9788419874528). Me ha confirmado, como esperaba, en muchas conclusiones a las que había llegado antes: el efecto pernicioso e interesado del uso de la metáfora de la «muerte de las lenguas» (no muere nada, lo que hay es un cambio de comportamiento de los hablantes), que el monolingüismo no es tan normal como a menudo se vende, que la desaparición de lenguas es un efecto inevitable del aumento del contacto entre sociedades antes aisladas, que aprender una lengua a un nivel avanzado no es nada fácil (y lo que eso implica para la decisión de aprender unas u otras), etc. Y me ha iluminado aspectos en los que no había caído: por ejemplo, que el bilingüismo pudo perdurar en sociedades estamentales porque el poder que vivía en las ciudades no se comunicaba directamente con el habitante de los pueblos, sino por medio de intermediarios bilingües (el capitán, el alcalde, el cura).

Portada de Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas

He echado en falta reflexión que traigo aquí por si sirve a alguien. Con respecto al concepto tramposo de «lengua propia», no dice el autor que, en la mayoría de los casos, ni siquiera cumple las condiciones que le atribuyen sus defensores. Lo diré con el ejemplo. En Cataluña el catalán es una lengua propia en el sentido de que pertenece a sus hablantes; pero también es lengua propia el español que pertenece a sus hablantes de lengua materna española, tan catalanes como los primeros.

¿Se llama al catalán lengua propia en el sentido de que no ha venido de fuera? El español llegó a Cataluña viniendo desde fuera, de Castilla a partir del siglo XV, exactamente como el catalán (en su forma antigua, es decir como latín) vino de la Roma conquistadora desplazando al ibero. ¿Dónde está legislado que 2200 años de continuidad de una lengua en un territorio legitiman y 500 no?

Si quieren llamarla «propia» destacando su originalidad, como un rasgo cultural no compartido con otros, mienten de nuevo. El catalán es de sus hablante catalanes, pero comparten la propiedad de esa lengua con los hablantes del Rosellón francés, los andorranos, los aragoneses, los valencianos y los baleares (igual que los vascos españoles comparten el idioma vasco con los navarros y los vascos franceses). A esta objeción responden algunos nacionalistas refiriéndose a su gran patria, los Países Catalanes, que englobará algún día todos esos lugares en que se habla catalán (y ya de paso unos cuantos territorios de la Comunidad Autónoma Valenciana en los que no). El imperialismo de la intención (de andar por casa pero imperialista al fin y al cabo) queda patente si imaginamos a un hablante de español que se considere con derecho a formar un estado con todos los territorios del mundo en los que se habla español: la grande España de los Austrias en la que no se ponía el sol.

En fin, solo quedar intentar definirse una lengua como propia porque sea lo contrario a una lengua impropia, pero no sé de nadie se haya atrevido a definir un concepto que resulta insultante solo con ser enunciado.

Dedica el autor una parte importante a hablar del valor de las lenguas, y distingue entre su uso como herramienta de comunicación y su uso, por parte de los nacionalistas, como marcador identitario. Los enfrenta como si el primero fuera un uso utilitario y el segundo solo tuviera relación con los afectos. Echo en falta un análisis que vaya más allá, que señale que el uso del idioma como seña de identidad no es inevitable, sino una elección en la que pesa una utilidad material clarísima: como seña de identidad, permite distinguir entre nosotros (los de arriba y los de aquí) y vosotros (los de abajo y los de fuera), y establecer límites ilegítimos a la competencia por los recursos (riqueza y puestos de trabajo). Es la repetida historia de las clases por nacimiento que inauguraron en la historia conocida los patricios, descendientes de las familias fundadores de Roma, y los plebeyos que se unieron solo un poco después. Pero quedamos en que la Revolución Francesa y las constituciones modernas nos reconocieron a todos como iguales, también con independencia de la lengua que tengamos por materna.

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Hojeando (de hojear, no de ojear, ojo) las páginas del libro La vida secreta de las palabras. Más de 2.000 etimologías para descubrir y entender el castellano (ISBN 9788413842837) he leído por encima que sus autores dan la etimología de gitano como derivado de egipciano, o sea ‘natural de Egipto’, porque supuestamente estos inmigrantes procedían o decían proceder de allí. La etimología es básicamente correcta, pero ¡ay! incompleta. Y es una pena, porque la historia completa de la palabra es mucho más bonita a ojos de los clasicistas (subespecie helenistas), a la que pertenecemos yo, los hipotéticos lectores de este blog y los autores del libro: Shayma Filali, Israel Villalba y Peru Amorrortu, que están además detrás de la cuenta @EtimosDirectos de Twitter. Veamos.

Los gitanos, al llegar a distintos países de Europa Occidental, decían proceder del Pequeño Egipto que, según acuerdo de los estudiosos (aquí y aquí), es el nombre que recibía una parte del Peloponeso que incluía la ciudad de Methoni, en el extremo sudoeste de esa península, aunque para otros estudiosos sería más bien Esmirna y sus alrededores. Así, una de las primeras menciones a un gitano en España lo titula de comes in Egipto Parvo (‘conde en el Pequeño Egipto’). Y por lo mismo otras veces se les llamó grecianos (aquí p. 13).



Kastro Methonis 01, de Spiros Paraskevopoulos, en Wikipedia, con licencia CC By-Sa 4 Internacional.

La migración de este pueblo, iniciada al parecer en el Punjab en el siglo XI por causa desconocida, es larga y compleja, pero una parte de su historia, y de la historia del vocabulario de su lengua, transcurre en la Grecia medieval. De ahí curiosidades como que drom, del griego δρόμος, signifique ‘camino’ en romaní. O que algunos numerales —las lenguas de los pueblos, por así llamarlos, anaritméticos solo tienen los números más sencillos— los tomaran prestados del griego, como dejan bien a las claras esos efta, oxto, en’a y desh ‘siete, ocho, nueve y diez’ del romaní (aquí). ¡Qué chachi todo esto, primo! (del caló chachipén, claro).

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La etimología es una disciplina menor de la filología, pero también es una de las más agradecidas. Uno cree que lo sabe casi todo (a ver, casi todo lo que acabará sabiendo en su vida, quiero decir, que no es mucho), y de repente, a la vuelta de una línea, se da uno de bruces con una etimología nueva, insospechada y rica. Tal que esta.

Ya hace años que descubrí el balancín, báscula, columpio o grúa llamado por los árabes shaduf, que se usaba en Egipto para subir agua del río a los campos de cultivo gracias a un contrapeso. Me he vuelto a topar con él inesperadamente. Leo en el Liddell, Scott & Jones (1940), a través de Logeion, que de κῆλον ‘asta de flecha’ vienen κήλων ‘viga basculante’ y κηλόνιον (con las variantes κηλώνιον, κηλώνειον y κηλωνήϊον) ‘cigoñal, shaduf’. Parece, pues, que la máquina se llamó en griego así porque su brazo horizontal es poco más que un asta, una viga.

Shaduf usado para subir agua del río Nilo
Shaduf en un grabado de A. B. Edwards A thousand miles up the Nile (1890), p. 73.

Me despierta curiosidad el nombre del ingenio en español: cigoñal o cigüeñal es un derivado de cigüeña, debido a que el cuello y el pico largo de este animal forman una especie de letra gamma mayúscula, una Γ, que se inclina hacia el suelo cuando el ave quiere coger su comidita del barro. En el Dictionnaire Latin-Français de F. Gaffiot (2006) descubro que el latín ciconia, además de al ave, nombraba al cigoñal («3 appareil à puiser lʼeau [fait dʼune longue perche montée sur pivot]») según dicen las Etimologías de Isidoro de Sevilla (20, 15, 3). Y varios diccionarios informan de que tanto el κηλώνιον griego como la ciconia latina eran además un arma de asedio con la que se subía a un grupo de soldados u objetos pesados a lo alto de las murallas. Plinio, Vegecio y Tito Livio dan abundante testimonio de su uso. Una curiosidad más: dice el Lewis and Short A Latin Dictionary (1879) en ciconia II C que esta palabra, en su acepción de máquina elevadora, tiene un sinónimo, el tolleno; el Dictionary of Medieval Latin from British Sources de Ashdowne (1975-2013) afirma que «stabat … telon quod Hispani ‘ciconiam’ vocant» (‘había un telon al que los hispanos llaman cigüeñal’) Balsh. Ut. 51. Mira tú qué gracia.

Pues bien, se me ha ocurrido pensar que esta máquina es la que llamamos en español actual grúa, y esto me ha llevado a otro étimo que encaja en la serie como un guante. En latín grus es la ‘grulla’, el ave emparentada y de pico parecido al de la cigüeña, que según testimonio de Vitruvio (10.19) también designaba a una máquina de guerra, el corvus ‘cuervo’. Del nombre de la grulla viene nuestro grúa. Y, lo que no me esperaba yo para nada: del nombre en griego de este ave, γέρανος ‘grulla’, viene también el de la flor ornamental: γερἀνιον ‘geranio’. Y eso porque, cuando la flor del geranio (que podríamos llamar ‘planta de la grulla’) pierde los pétalos, su fruto adquiere la forma de un pico de grulla o de cigüeña. Los ingleses llaman a la flor crane‘s bill por lo mismo, y crane a la grúa. Toma ya.

Pero lo que más me ha sorprendido ha sido descubrir que en Táctica (19.7 y 67), la obra del emperador bizantino León VI el Sabio del siglo IX, se lee que los griegos de entonces llamaban γἐρανος a un ingenio embarcado en los drómones que tenía forma de letra gamma mayúscula Γ y se giraba naciendo sobresalir su brazo fuera de la borda. Se trata de un pescante, de uno de cuyos extremos colgaban un peso que, una vez puesto alla pendura, dejaban caer sobre los barcos enemigos para perforar su casco. Es decir, lo que en época clásica se llamó un δελφίνιον y llamo en mis escritos delfín de guerra o naval. Me resultó delicioso saber que, no hace muchos años, los arqueólogos que han vuelto a excavar el pecio de Anticitera encontraron entre los restos un bloque de plomo que es el único ejemplar conservado de este proyectil de artillería primitiva. Cómo disfruto, joder.

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Pocas expresiones me transportan con tanta viveza a la infancia como este «a repucha», seguramente porque después de la infancia prácticamente nunca volví a oírla. Para quien no la conozca, la explico. En mi pueblo y alrededores, cuando un niño no quería algo (mejor si en lugar de una sola cosa, eran varias pequeñas), gritaba «a repucha» e inmediatamente todos los demás acudíamos como locos a su lado porque sabíamos que lo iba a tirar al aire para que lo cogiera y se lo quedara quien quisiera y anduviese más listo. Había entre los niños un momento de trastorno mental transitorio y gozoso por hacerse con lo que fuera por su habilidad en cogerlo y gratis: unos cromos, caramelos, no sé, servía cualquier cosa. Y nos lo apropiábamos como si de un milagro se tratara en aquellos años de menos abundancia.

En Tierra Estella cuando una palabra no nos suena a española, damos por hecho que procede del vasco, pero en este caso no es así. A repucha viene del término latino conservado en lenguaje jurídico repudium ‘rechazo’, una palabra relacionada con divortium ‘divorcio’. Según leo por ahí, ambas fueron cambiando ligeramente de significado: repudium significó en latín clásico la manifestación por parte de uno de los cónyuges del deseo de divorciarse, frente al divorcio, que designaba la materialización de este deseo. Y más tarde designó al divorcio cuando no era por mutuo acuerdo de ambos cónyuges sino por el deseo de uno solo. (Hay una tesis doctoral dedicada, entre otras cosas, a esclarecer las diferencias entre uno y otro: Repudium – divortium (origen y configuración jurídica hasta la legislación matrimonial de Augusto), de María Eva Fernández Baquero.)

El a repucha que aún deben seguir gritando los niños de Tierra Estella procede de repudia, el plural de repudium, que es un sustantivo neutro de la segunda declinación, y que a veces se usaba con preposición formando el sintagma ad repudia. Curiosamente tiene un hermano, que podemos llamar mayor, en el verbo repuchar , que figura en el diccionario de la RAE como sinónimo de repudiar sin indicación de que se trate de un localismo, aunque yo nunca lo he oído ni leído. Entiendo que la preposición con que empieza la expresión a repucha no procederá de la expresión latina ad repudia, sino que se trata de la preposición a del español que se usa para indicar la manera de hacer algo, como en a lo bruto o a la remanguillé. Así, los niños (o los leguleyos de los que aprenderían la expresión) dirían a repucha queriendo decir ‘a la manera del divorcio, como se rechaza lo que ya no se quiere tener con uno’.

Sobre la evolución fonética, no puedo decir gran cosa, salvo que no se produce la evolución estándar del castellano: en el grupo «vocal + D-yod» (yod tercera la llaman) estas evolucionan a «y», como en RADIARE > rayar. Aunque a veces evoluciona a /dz/, como en GAUDIUM > godzo > gozo. Tal vez la africada / t͡ʃ /, o sea che, de repucha sea un resultado de la evolución de ese /dz/ intermedio: REPUDIA > repudza > repucha (el catalán rebutjar ‘rechazar’ tiene esa misma consonante palatal), y que se conserve la oclusiva /p/ sugiere que estamos ante una evolución del navarroaragonés, pero aquí lo dejo porque no sé más.

Busco la expresión a repucha en internet, y confirmo que se trata de un localismo, porque solo se usa en cuatro textos, escritos todos por personas de Tierra Estella: un Barnó arquitecto, un Martínez Vicuña fotógrafo, un cronista local anónimo y un Mañeru Sanz de Galdeano metido a lexicógrafo.

De todo lo cual tomo nota, publico y doy fe para el recuerdo de los siglos venideros en Zaragoza a 21 de abril de 2024, día en que se cumple el 2777 aniversario de la fundación de Roma y víspera de la festividad de San Jorge, Άγιος Γεώργιος para los amigos.

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Me he encontrado con esta píldora lingüística de la Fundeu, que pasa por ser una entidad profesional, adjetivo que en el lenguaje común consideramos incompatible con ideologizada: ¿Es correcto decir «la concejala» y «la edila»?. Mi respuesta es la misma que la del autor de este dictamen (o autora, que siendo anónimo, lo mismo da; para eso está y se usa el género no marcado o indiferente al género): sí, es correcto, pero no por lo que el autor sostiene.

Como muchas otras palabras que designan cargos y profesiones, estos términos fueron solo masculinos (el concejal) mientras solo los hombres ocuparon tales puestos. Cuando las mujeres empezaron a desempeñar esas funciones, comenzaron a usarse como palabras comunes en cuanto al género, es decir, con una misma forma para el masculino y el femenino y con el género indicado mediante el artículo u otros determinantes que las acompañen: el concejal/la concejal, el edil/la edil.

A ver: estos términos no fueron masculinos mientras los hombres solo ocuparon tales puestos. Fueron sustantivos indiferentes al género, como corresponde a todos los sustantivos derivados de sustantivos latinos de la tercera declinación, que no distinguía formalmente los sustantivos masculinos y femeninos. Pero, como solo los varones ocuparon entonces tales puestos, esos sustantivos solo se oían acompañados del artículo masculino: el concejal. Dice el genio (de sexo desconocido a la par que indiferente para lo que nos ocupa) que «cuando las mujeres empezaron a desempeñar esas funciones, comenzaron a usarse como palabras comunes en cuanto al género». No, perdona, llevaban siglos usándose como palabras comunes en cuanto al género, y siguieron haciéndolo; la diferencia residió en que, habiendo ahora mujeres concejales, uno se encontraba con el sintagma la concejal, con artículo femenino, que hasta entonces no había oído nunca. No es lo mismo.

Sigue el genio:

El siguiente paso de esa evolución es el desdoblamiento con formas diferentes para cada género (el concejal/la concejala, el edil/la edila), un paso que ya se ha dado en el uso culto, como recoge el Diccionario académico desde hace casi treinta años (las formas femeninas aparecen desde 1992).

Por «desdoblamiento» yo entendería que de uno (concejal) salen dos, diferentes ambos del uno previo (concejalo y concejala), pero no es eso lo que ocurre. Lo que ocurre es, más bien, que la ideología feminista interpreta erróneamente que concejal es masculino, y no epiceno, y a continuación considera necesario crear el femenino concejala, que sería en todo caso correlativo a un masculino concejalo hoy por hoy inexistente (salvo en los textos que pretenden desvelar por medio del absurdo estos retorcimientos lingüísticos). Añade el genio un argumento de autoridad: «que ya se ha dado en el uso culto» y que «aparecen desde 1992». Pues bueno, pues vale. ¿Y en 1992 no eran un engendro tales usos, por lo menos tanto como este concejalo que desde 2024 reivindico yo, una persona cultísima?

Y ahora la guinda. Ojo al razonamiento (ausente en realidad: lo que hay es una concatenación de proposiciones que ocupa el lugar en el que debería haber un argumento):

Esa obra señala que siguen usándose, y no son censurables, las formas la concejal y la edil para referirse a mujeres, pero, si ya existen variantes femeninas asentadas y correctas, no hay razón para no preferirlas.

Siempre me ha parecido que las dobles negaciones las carga el diablo: ¿qué significa exactamente «no hay razón para no preferirlas»? Perdona, genio, pero aquí filólogos somos todos, y no tontos: tendrás que dar una razón, y buena, para preferirlas, no solo que existen («asentadas» dice de concejala, que suena un poco marciano a mis oídos de filólogo, y de edila, directamente plutoniano) y que pueden colarse como cultas, solo después de meterlas en el mismo saco de otras palabras más habituales. Al genio anónimo que redactó esta recomendación o dictamen le basta «como razón su ideología, la que considera que explicitar el género femenino más allá de lo que era habitual en el español tradicional (que tampoco explicitaba en estos sustantivos el género masculino, ojo) reducirá alguna injusticia. A mí se me ocurre una buena razón para no preferirlas: su falta tanto de necesidad como de efecto, y la posibilidad de que induzca un empoderamiento análogo, incómodo e inane que nos lleve a hablar de artistos, astronautos, concejalos… O a hacer extensivo el recurso a los adjetivos y a otros sustantivos, que nos lleve en cuatro días a escribir y decir cosas como: «La concejala principala de la corporaciona municipala».

(Item más con el retorcimiento. Está feo empezar el párrafo con «Esa obra señala…» refiriéndose al diccionario académico, y luego no aclarar dónde acaba lo que señala. Yo doy por hecho que acaba en «mujeres», pero el genio anónimo e inmoral deja en el aire —con una redacción ambigua imperdonable en un filólogo de cualquier sexo o género— la posibilidad de que no sea él/ella, sino la misma RAE, quien considera que «no hay razón para no preferirlas».)

Volviendo al principio: ¿creo yo que es correcto decir concejala y edila? Pues como todo lingüista, creo que el uso hace la norma, y como el uso se está imponiendo, acabará por ser un uso correcto; pero no preferible, ni necesario ni más ético, que es lo que en el fondo el anónimo genio de la Fundeu está diciendo. Que estas cosas estaría bien que se firmaran, como firmo yo esto, para saber a quién —al poseedor de qué sesgo— tenemos que agradecerlas.

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Me piden que revise la traducción al español del contrato matrimonial entre Ramiro II, rey de Aragón, y Raimundo o Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, que está disponible en Wikimedia Commons. Mi latín, y más el medieval, lleva años naufragado, pero el reto es sencillo y me atrevo. Aquí el texto en ambas lenguas, por si posteriores editores revierten o desfiguran mi traducción, y un pequeño comentario filológico:

Manuscrito de la donación de Aragón y Petronila en las capitulaciones matrimoniales de Barbastro (1137)

In Dei nomine ego Ranmirus Dei gratia rex aragonensis dono tibi Raimundo barchinonensium comes et marchio filiam meam in uxorem cum tocius regni aragonensis integritate sicut pater meus Sancius rex vel fratres mei Petrus et Ildefonsus melius unquam habuerunt vel tenuerunt ipsi vel utriusque sexus homines per eos, salvis usaticis et consuetudinibus quas pater meus Sancius vel frater meus Petrus habuerunt in regno suo. Et commendo tibi omnes prephati regni homines sub hominio et iuramento ut sint tibi fideles de vita tua et de corpore tuo et de omnibus membris que in corpore tuo se tenent sine omni fraude et decepcione et ut sint tibi fideles de omni regno pretitulato et universis omnibus ad illud regnum pertinentibus salva fidelitate mihi et filie mee. Hec autem omnia superius scripta ego prephatus rex Rammirus taliter facio tibi Raimunde barchinonensium comes et marchio ut si filia mea mortua fuerit prephata te superstite donationem prephati regni libere et immutabiliter habeas absque alicuius impedimento post mortem meam. Interim vero si quid augmentationis vel traditionis de honoribus vel municionibus prephati regni me vivente facere tibi voluero sub prephata hominum fidelitate firmum et immobile permaneat. Et ego prephatus rex Rammirus sim rex dominus et pater in prephato regno et in totis comitatibus tuis dum mihi placuerit. Quod est actum III idus augusti anno incarnationis dominice CXXXVII post millesimum. Era millesima centesima LXXVI prephato rege Ranmiro regnante.

Signum Ranmiri + regis.

Ut omnia superius scripta fideliter et incomutabiliter observentur, prenominatus rex Rammirus comendavit comiti barchinonensi suos barones subscriptos sub hominio et iuramento. In primis comitem palearensem, Raimundum Petri de Eril, Petrum Raimundi filium eius, P. Raimundi d’Estada, Gomballum de Benavent, Balach Furtuno d’Açlor, Guillelmum de Capela filium Berengarii Gomballi, Bernardum Petri de Laguarres, Petrum Lobiz Sancti Stephani, Gali Garcez de Sancto Vincentio, Petrum Mironis de Entenza, Gombal de Entenza, Lop Garcez Laita, Frontinum, Gomez Ferriz, Pelegri de Castel Azol, Arpa, Sansanz d’Arsu, Maza, Furtun d’At de Barbastro, Fortun Garcez frater de Maza, Garcia Cez d’Oscha, Garcia de Rodelar, Lobalasch de Pomar, Porchet, Petrus frater eius, Raimon de l’Arbes, Michael d’Albera, Sanz d’Andio, Gali Sanz de Grads, Lop Sanz de Iacha, Gaiet, Pedro Lopiz de Lusia, Gali Xemenons d’Alcala.

Poncius, scriptor, hoc scripsit domini regis precepto die annoque prephato, qui solito more hoc imposuit signum.

Es una pena que la imagen del texto latino no tenga más definición para comprobar algunas dudas (el texto original no tiene comas, solo puntos, y las tiene que poner el editor a posteriori). Esta es mi traducción, que acompaño de un comentario filológico muy superficial, por si le interesa a alguien o le saca de alguna duda:

En el nombre de Dios yo Ramiro, rey de Aragón por la gracia de Dios, te doy a ti Ramón, conde y marqués de los barceloneses, a mi hija como esposa con la totalidad del reino aragonés completo, tal y como mi padre Sancho, el rey, o como mis hermanos Pedro y Alfonso en su día muy bien lo poseyeron, porque lo gobernaron por sí mismos o por medio de personas de ambos sexos en su nombre respetando los usos y costumbres que mi padre Sancho o mi hermano Pedro establecieron en su reino. También te encomiendo a todas las personas del mencionado reino, sujetas a homenaje y al juramento de que te serán fieles en lo que se refiere a tu vida y a tu cuerpo y a todos los miembros que hay en tu cuerpo, sin ningún engaño ni traición, y de que te serán fieles en lo que se refiere a todo el reino mencionado y a todos los bienes que pertenecen a ese reino, salvedad hecha de la fidelidad debida a mí y a mi hija.

Todas estas cosas sobrescritas yo el citado rey Ramiro ordeno en tu favor, Ramón, conde y marqués de los barceloneses, de tal manera que, si la mencionada hija mía muriera y tú la sobrevivieras, recibas la donación del citado reino según tu voluntad y de forma permanente, sin que te lo impida nadie, después de mi muerte. Pero mientras tanto, si en vida mía quisiera hacerte alguna donación o trapaso relativo a los honores o fortalezas del mencionado reino, que permanezca firme e inmóvil bajo la citada fidelidad de esas personas; y yo el mencionado rey Ramiro seré rey, señor y padre en el mencionado reino y en todos tus condados mientras me plazca. Lo que se hace en los III idus de agosto del año de la Encarnación del Señor CXXXVII después del milésimo, en la era milésima centésima LXXVI, reinando el mencionado rey Ramiro. [11 de agosto de 1137, o de 1176. Se data el documento usando primero el método del año de la Encarnación y luego el de la era hispánica.]

Firma de Ramiro […] rey

Para que las cosas arriba escritas se cumplieran fielmente y sin cambios, el citado rey Ramiro encomendó al conde barcelonés a sus varones debajo citados, con homenaje y juramento. Primero al conde de Pallars, a Ramón Pérez de Erill, a Pedro Raimúndez de Erill hijo del anterior, a P. Raimúndez de Estada, a Gombal de Benavente, a Blasco Fortunyo de Azlor, a Guillén de Capella hijo de Berenguer Gombález, a Bernaldo Pérez de Laguarres, a Pedro López San Esteban, a Galí Garcez de San Vicente, a Pedro Mir de Entenza, a Gombal de Entenza, a López Garcés Laita, a Frontino, a Gómez Férriz, a Pelegrín de Castiellazuelo, a Arpa, a Sancho Sánchez de Arzo, a Maza, a Fortún Dat de Barbastro, a Fortún Garcés hermano de Maza, a García Garcés de Huesca, a García de Rodelar, a Lope Blásquez de Pomar, a Porchet y a su hermano Pedro, a Ramón de la Arbeit, a Miguel de Albero, a Sanz de Antillón, a Galí Sánchez de Graus, a Lope Sánchez de Jaca, a Gayet, a Pedro López de Luesia, a Galí Ximénez de Alcalá.

El escribano Poncio escribió esto por orden del rey el día y el año mencionados, quien, según es costumbre, puso aquí su firma.

Comentario.

  1. rex aragonensis: Elijo traducirlo no como «rey aragonés», que podría enetenderse como su región de origen, sino como «rey de Aragón», porque indica el territorio sobre el que reina. Prefiero no usar la fórmula «rey de los aragoneses» que eligió el traductor anterior, para distinguirlo del barchinonensium comes et marchio que se usa para referirse a Ramón Berenguer.
  2. Raimunde: Lo traduzco como Ramón, pudiendo hacerlo como Raimundo, por ser más habitual. No hay un criterio comúnmente aceptado para elegir la forma de los nombres. Para empezar, porque el criterio de 1137 era distinto del nuestro: los nombres vernáculos se tradujeron al latín, por lo que ahora toca traducirlos a las vernáculas.
  3. barchinonensium comes et marchio: Veo que los demás traductores han hecho a barchinonensium complemento del nombre de comes únicamente, cuando lo es de ambos títulos, comes et marchio, y por tanto tiene que traducirse detrás de ambos: «conde y marqués de los barceloneses». Obviamente comes, en nominativo, es un error, por el dativo singular comite que debería aparecer (si se ha leído bien el manuscrito).
  4. umquam: Un adverbio cuyo exacto significado puede costar determinar: «en su día» propongo yo, mejor que el «siempre» de los demás traductores.
  5. habuerunt vel tenuerunt: Sorprende esta fórmula, que parece redundante. Hasta que uno se da cuenta de que el segundo verbo, tenuerunt, se introduce como sujeto de una oración en la que va a haber dos sujetos diferentes: ipsi y homines, unidos por vel … vel, y el redactor parece que necesitaba un verbo específico para ellos.
  6. salvis usaticis…: Está claro que este participio absoluto se refiere no a ipsi «ellos mismos», sino a utriusque sexus homines per eos, porque si regentaron estos territorios del rey lo hicieron no a su gusto, sino siguiendo las indicaciones dadas por los reyes Sancho y Pedro.
  7. iuramento ut: Única dificultad de cierto peso. Los demás traductores separan ese ut, dando a la proposición que introduce un sentido final. En mi opinión la proposición introducida por ut es completiva, una aposición a iuramento, e introduce el contenido del juramento que las personas citadas han realizado: «sujetas … al juramento de que te serán fieles».
  8. fideles de vita tua: Me cuesta un poco encontrarle sentido a la preposición de, hasta que me doy cuenta de que no de sebe traducir «fieles a», sino «con respecto a», es decir, que concreta o delimita el ámbito de la fidelidad. En mi búsqueda de ese significado, descubro que la fórmula que se usa aquí era frecuente en textos de fidelidad occitanos y aragoneses del siglo XI.
  9. taliter … ut: Me temo que el primer traductor no se dio cuenta de que ese ut es consecutivo, y responde al adverbio que ha quedado pendiente varias palabras antes taliter: «de manera que».
  10. comendavit: Sorprende que en el último párrafo se cambie el tiempo verbal, del presente usado hasta ese momento, al pasado. Pero tiene lógica, ya que lo anterior se ha escrito en primera persona como si lo redactara y escribiera el rey. A partir de este párrafo, en cambio, quien habla es el escribano que se menciona al final, que obra a posteriori de la primera escritura y firma dadas por el rey.

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He probado la Inteligencia Artificial, de nombre Leo, que acompaña desde hace pocos días al navegador Brave, y se ha portado tal que así. Concretamente le he preguntado por «The nautical origin of Buddhist architecture» (¿qué si no?) y me ha contestado…

The nautical origin of Buddhist architecture is a fascinating topic. While Buddhism has a rich history and diverse influences, there isn’t a direct nautical origin for its architecture. Buddhist temples and monasteries have been built in various styles and locations, reflecting the cultural and geographical contexts of the regions where they were constructed. However, some Buddhist structures do incorporate elements inspired by the natural world, such as lotus flowers and ocean waves, which may evoke a sense of the sea.

Continuará.

Actualizado el 12 de noviembre de 2023. Hoy he ido a saco y le he preguntado directamente «What is the nautical origin of Greek temples?» A lo que ella, que no es tonta, ha dicho: «The nautical origin of Greek temples is a fascinating topic. According to the article you provided, the Greek temples were designed to resemble boats overturned and supported by walls, reflecting the nautical hypothesis of the origin of Greek architecture. This idea suggests that the ancient Greeks drew inspiration from their seafaring traditions and the shapes of ships in designing their temples. Is there anything else you’d like to know? :)», con sonrisa final incluida. Se me ha quedado cara de tonto, por supuesto. ¿Cómo sabe que yo soy yo?

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