Gitanos, que viene de «egipcianos», pero del Pequeño Egipto, o sea el Peloponeso

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Hojeando (de hojear, no de ojear, ojo) las páginas del libro La vida secreta de las palabras. Más de 2.000 etimologías para descubrir y entender el castellano (ISBN 9788413842837) he leído por encima que sus autores dan la etimología de gitano como derivado de egipciano, o sea ‘natural de Egipto’, porque supuestamente estos inmigrantes procedían o decían proceder de allí. La etimología es básicamente correcta, pero ¡ay! incompleta. Y es una pena, porque la historia completa de la palabra es mucho más bonita a ojos de los clasicistas (subespecie helenistas), a la que pertenecemos yo, los hipotéticos lectores de este blog y los autores del libro: Shayma Filali, Israel Villalba y Peru Amorrortu, que están además detrás de la cuenta @EtimosDirectos de Twitter. Veamos.

Los gitanos, al llegar a distintos países de Europa Occidental, decían proceder del Pequeño Egipto que, según acuerdo de los estudiosos (aquí y aquí), es el nombre que recibía una parte del Peloponeso que incluía la ciudad de Methoni, en el extremo sudoeste de esa península, aunque para otros sería más bien Esmirna y sus alrededores. Así, una de las primeras menciones a un gitano en España lo titula de comes in Egipto Parvo (‘conde en el Pequeño Egipto’). Y por lo mismo otras veces se les llamó grecianos (aquí p. 13).



Kastro Methonis 01, de Spiros Paraskevopoulos, en Wikipedia, con licencia CC By-Sa 4 Internacional.

La migración de este pueblo, iniciada al parecer en el Punjab en el siglo XI por causa desconocida, es larga y compleja, pero una parte de su historia, y de la historia del vocabulario de su lengua, transcurre en la Grecia medieval. De ahí curiosidades como que drom, del griego δρόμος, signifique ‘camino’ en romaní. O que algunos numerales —las lenguas de los pueblos, por así llamarlos, anaritméticos solo tienen los números más sencillos— los tomaran prestados del griego, como dejan bien a las claras esos efta, oxto, en’a y desh ‘siete, ocho, nueve y diez’ (aquí). ¡Qué chachi (del caló chachipén, claro)!

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