El Nuestra Señora de las Mercedes

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Estamos de enhorabuena: los bucaneros de Odyssey Marine Exploration se han visto obligados a devolver los tesoros del Nuestra Señora de las Mercedes, valorados en unos 400 millones de euros, y las portadas de nuestros periódicos exultan de orgullo patrio. Pero si yo fuera, un suponer, Ministro de Hacienda de Perú, o de México, estaría por las mismas dando saltos de alegría.

Porque, vamos a ver, los ladrones han devuelto el tesoro porque pertenecía y, según el derecho naval, sigue perteneciendo a España. Por cierto, que el argumento que subyace a esta legislación es bonito de narices: un barco que sirve en una armada se irá a pique pero eso sólo significa que durante un tiempo demasiado largo no puede reunirse con sus compañeros de armas, no que deje de servir en dicha armada; ergo el NSDLM seguía perteneciendo a España. Pero, me pregunto yo, ¿a qué España? Porque el NSDLM fue hundido por el inglés en 1804 cuando traía a la metrópoli un cargamento de oro y plata originario del Perú. Entonces España incluía Perú, México, Bolivia, Argentina y todos los países que aún tardaron años en partir peras con los peninsulares. Si los tesoros del NSDLM ya no pertenecen sólo al Borbón (heredero supongo de su propietario de entonces, Carlos IV), sino a todo el pueblo soberano, digo yo que tan soberano es el pueblo de Lepe como el de Cuzco, Asunción o Coahuila.

Un momento, ahora lo pillo. Cuando se independizaron estos países el acuerdo fue: “¿Ves esta raya? Pues lo de aquí mío y lo de allí tuyo, y aquí paz y después gloria”. Sí, claro, pero el NSDLM no lo entregan los tribunales norteamericanos a España porque estuviera en nuestras costas (estaba en aguas jurisdiccionales de Portugal), sino porque se trata de un barco militar que forma parte, todavía hoy, de la armada española. Pero, por lo que he leído, nadie parece haberse dado cuenta del absurdo: la armada de concretamente ¿qué España? En justicia habría que repartir el tesoro a lo largo de todas las Españas según el porcentaje de población de 1805, o sea que da el caso para un vaudeville judicial y patriótico que lo flipas. Pero mejor me callo y no doy ideas.

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Comentarios

  1. Antonio Villanueva

    Interesante argumentación que hace pensar, sí, señor.

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