¿Derechos de tecleado?

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Se habla mucho de vulneración de la propiedad intelectual en internet, pero poco de su contrario: sitios que se atribuyen un copyright abusivamente.

Al grano. En elaleph.com, por ejemplo, tienen libros electrónicos para descargar gratis. Te das de alta y al poco recibes mails como: “Mariano, alárgate el apéndice”. “Pues que se lo alargue” piensas, hasta que te acuerdas. De un sitio de estos me bajé Los nueve libros de la Historia de Heródoto, y allí estaba flamante su pretendido copyright. Vamos a ver: Heródoto 2.500 años muerto, Bartolomé Pou, su traductor, 200.

Ley de Propiedad Intelectual. Artículo 26. Duración y cómputo. Los derechos de explotación de la obra durarán toda la vida del autor y setenta años después de su muerte o declaración de fallecimiento.

Han estirado un poco los plazos, y la pasta que saquen se la deben mandar a Heródoto con la Ouija. ¿De dónde se sacan, pues, el copyright? Serán los derechos de tecleado, que no existen porque tal cosa no es objeto de protección por la ley.

Artículo 10. Obras y títulos originales. Son objeto de propiedad intelectual todas las creaciones originales literarias, artísticas o científicas expresadas por cualquier medio…

Todo esto, que parece una anécdota, no lo es. Sirve para entrar a hablar de un proyecto colaborativo grande, la Wikisource. En su día reformateé al buen Heródoto, y aquí lucen flamantes sus Historias; hice otro tanto con las 800 páginas de las Vidas paralelas de Plutarco porque no me van los retos chiquitos. Otros han hecho lo propio con otras obras de la Antigua Grecia y la Antigua Roma. Es verdad que esas traducciones, y mejores, las tenemos en las estanterías de casa, pero no sólo nos debemos a nuestro ombligo: hay un montón de curiosos ahí fuera a los que seducir.

Y hay más, toda una Βικιθήκη griega. Por eso, en el Heródoto español figura un enlace a Heródoto en griego antiguo, y a la traducción al inglés, el francés y el holandés que ya no caben en nuestras estanterías. En todas estas Wikisources agradecen voluntarios.

Y llegamos a las palabras mayores. Del gran Theaurus Linguae Graecae uno paga una licencia de uso por cinco años. Pero es material electrónico cuya edición (ojo al nombre, no “creación” sino “edición”, tecleado y pulido en suma) corre a cargo del proyecto TLG. Pero lo cierto es que las obras están en dominio público desde antes de la batalla de Queronea. ¿Derechos de tecleado? Luego pasa que la gente se lo copia, lo pega en la Βικιθήκη y es una pena.

Latinistas inadvertidos, ocurre lo mismo con el Packard Humanities Institute y la Vicifons latina. ¿Cómo se demuestra que uno ha tecleado el “Arma virumque cano”? Si lo ha tecleado y lo ha distribuido… todos se lo agradecemos, pero esas palabras son ya de todos.

Añadido 1/11/2006. Otro sitio con libros, muchos, para bajar: Enlace de bibliotecas digitales.

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Comentarios

  1. Carlos Cabanillas

    Y yo que creía que me había pasado con mi versión electrónica de la Mineva ...

  2. JoseAngel

    Gracias, sufridos tecleadores y colgadores. Yo por lo menos os doy la enhorabuena. Ahora que no sé de dónde sacáis los ánimos.

  3. pómpilo

    Carlos, en realidad todo fue copiar y pegar, buscar y reemplazar. El mérito mayor se lo llevan los programas.

    JoseAngel, de nada. Más que de ánimo es una cuestión de neurosis obsesiva, a la que le sienta muy bien poner orden en lo que sea, como una metáfora de quien está ordenando su vida. Sólo que la vida se hace la tonta. Pero un bibliógrafo como tú ya conoce la respuesta, obviously.

  4. Ἰήσους

    De aquí a unos años van a considerar vulneración de la propiedad intelectual hasta ir silbando por la calle…
    Amén de los que no sabemos hablar sin citar continuamente… (¿Quién yo? Todos pecamos)

  5. JoseAngel

    Jeje, me pasa lo que a Iesous, toda palabra es una cita, nuestras royalties deben ser astronómicas. Pero hay una juez que acaba de decidir que “usar” música en la red no es delito, sólo venderla. Algo es algo.

  6. Ἰήσους

    Sí, sí... de hecho bajarse música de nuestra “mula” personal no es delito, solo es delito si alguien se lucra por ello, es como cuando el melenudo de la clase te presta una vieja cassete grabada de los “Led Zeppelin” (Es curioso, el melenudo de la clase en esos aspectos suelo ser yo… al menos el que reparte la música). La SGAE se calla ante esto, y sigue reinvindicando lo que les de la gana reinvindicar… El artista, después de todo, se gana el pan con las giras y no con los discos. El mundo es una controversia.

  7. Pablo Rodríguez

    El caso del TLG es especial, porque ellos no se basan en derechos de autor, sino en un contrato de licencia de uso. El TLG no tiene aparato crítico, precisamente por eso, porque en teoría ése sí que está protegido por derechos de autor. Y podría ser que en algunos estados de EE.UU. ese contrato sea nulo, porque se supone que eso se rige por derechos de autor (aunque no los tenga).

    En Europa, las bases de datos electrónicas tienen derechos «sui generis» (literal en la directiva y nuestra ley). Ese derecho es análogo al de la autoría, pero dura quince años. Es una eternidad para lo que sólo es un tecleado. De hecho el TLG lo teclearon en Asia porque les salía muchísimo más barato. Lo copian dos veces y donde hay discrepancias, ven y corrigen.

    En realidad, lo que está pasando es que estamos asimilando el tecleado a una edición electrónica, pero realmente ahí no hay nada creativo.

    ¿Cómo se demuestra el haber tecleado eso? Pues muy sencillo, porque se introducen errores en el texto. Eso ya pasó en España con un caso de bases de datos de jurisprudencia. (No recuerdo los detalles del caso, pero en España las leyes, normas y decisiones judiciales no tienen derechos de autor.)

    Ahora, la cooperación supera todos los límites, y lo que muy bien llamas «derechos de tecleado» son los últimos coletazos de una legislación obsoleto de un mundo absolutamente ajeno al nuestro.

  8. JoseAngel

    Hum, me encanta la idea (por inexistente que sea) de derechos de autor de las leyes, esos que has dicho que no existen. Imagina. Pagarle al Congreso o al partido que sea unos centimillos cada vez que citas una ley, o cada vez que la sigues, quizá...

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